Bicicleta en Pucón
Pucón es una etapa importante para los amantes del aire libre que visitan el sur de Chile. Aunque esta ciudad aún no está ubicada en “el gran sur de Chile”, está muy bien ubicada para todo tipos de actividades como la bicicleta.
Un paseo en bicicleta por los alrededores de Pucón
El pintoresco entorno que rodea el centro de Pucón es excelente para recorrer en bicicleta. Si no viajás con tu mountain bike (bicicleta de montaña), podés alquilar una y en sólo medio día descubrir los atractivos más cercanos al centro urbano.
El circuito comienza en la zona conocida como La Poza, donde se encuentra el muelle con sus pequeñas embarcaciones. Desde allí, se puede andar por Playa Grande observando la península y los altos cerros que circundan el lago Villarrica en su margen norte. Luego, tomando la calle Ansorena, se llega al monasterio, un excelente mirador panorámico de la ciudad. Para los que están acostumbrados a realizar esta actividad, el paseo sigue por el camino al aeropuerto, en dirección al lago Caburgua. Después de andar por el pavimento casi 3 kilómetros, hay que tomar un desvío a la izquierda e ingresar a un camino de ripio para llegar a una pasarela que cruza el río Trancura.
Es un entretenido sendero de verdes praderas rodeadas de montañas; vale el esfuerzo. El puente colgante de 150 metros de largo permite observar parte de los rápidos del río Trancura y el agreste paisaje.
El camino de ripio continúa, con subidas y bajadas, siempre bordeando el caudaloso río. Si el ánimo y las fuerzas acompañan, se puede llegar hasta los Ojos del Caburgua, unos pozones naturales que afloran en medio de un tupido bosque. Este sí es un buen punto para bajarse de la bicicleta, descansar y disfrutar del lugar antes de emprender la vuelta.
Salto del Claro: trekking y bicicleta
El mountain-trek es la combinación del mountain-bike o ciclismo de montaña, con el trekking, conocido también como caminata con dificultad.
Partimos del centro de la ciudad, con dirección sur-este, y atravesamos la sinuosa bici-senda pavimentada que conduce hacia las afueras de Pucón. Luego tomamos un empinado camino de ripio ubicado en el sector de Los Calabozos.
Como un testigo silencioso de la aventura que estábamos viviendo, a cada paso nos acompañaba el volcán Villarrica.
A medida que avanzábamos por el camino, un denso bosque nativo comenzó a cobijarnos. Helechos arborescentes, musgos, líquenes, coihues, y guales –los árboles que más abundan en la región– parecían darnos la bienvenida entre el verde follaje.
Tras recorrer cinco kilómetros, debimos cruzar la tranquera del fundo Los Guindos. Tras pagarle cien pesos chilenos a doña Irma –encargada de cuidar el lugar– nos adentramos en la zona donde nos esperaba la cascada.
Dejamos las bicicletas y continuamos caminado por una senda de montaña.
A medida que ganábamos altura, la perspectiva se hacia más amplia. Desde una especie de mirador natural pudimos contemplar una hermosa vista del lago Villarrica y del volcán, junto con el hermoso valle donde está enclavada la ciudad de Pucón.
Continuamos con la marcha y, una vez más, el bosque comenzó a envolvernos con sus sombras. El tupido enramado apenas dejaba traspasar la luz solar. Comenzamos a descender con mucha precaución, ya que el terreno se presentaba bastante húmedo.
A lo lejos, percibimos el sonido de la cascada que caía entre los árboles. Continuamos y la frescura del salto de agua nos invadió desde la nada. Un lejano haz de luz llamó nuestra atención. Era el empinado cañadón del río Claro que culminaba en una estrepitosa caída de agua. Maravillosa.
Llegamos al pie de ella para observarla, sentirla, vivirla… “Este es el Salto del Claro– explicó nuestro guía– la cascada más alta de esta zona, con sus noventa metros de altura”.
Después de un descanso reparador, emprendimos el regreso. Fue fantástico poder detenernos a contemplar ese maravilloso salto de agua escondido en el medio del bosque nativo de Pucón. En cuestiones tan sencillas como éstas, alcanzamos a entender lo maravillosa que es la madre naturaleza, y lo dichosos que fuimos al poder “consumirla” en toda su plenitud.
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